La Historia de Vida de Maxi y Cande

ar | Soy Maximiliano & Candelaria

Nací el Maxi 28 de Diciembre, 2001 & Cande 24 de Febrero, 2005

 de Maxi 33 & Cande 31.

 Pesé Maxi 1840 & Cande 1040.

 Gracias Enriqueta Basavilbaso por compartirlo!

Extracto de la nota

Bebés prematuros: “Sólo quería tenerlos en brazos”

por  Elena Peralta / Especial para Clarín Mujer

Enriqueta Basavilbaso (41) dio a luz a dos hijos antes de término. Ahora colabora con una asociación para contener a las mamás que pasan por ese difícil trance.

rena Lucca/ Clarín Mujer | Enriqueta y sus hijos

Desde temprano, el 27 de diciembre de 2001 pintaba para fecha histórica en la vida de Enriqueta Basavilbaso, una abogada y escribana, fanática de Racing. Con su panza de más de siete meses, lloraba de emoción en el Obelisco festejando el primer campeonato de su equipo después de 35 años de malaria futbolística. Cuando de repente, en medio del banderazo, una contracción le terminó de confirmar que ese día no se lo iba a olvidar más. “Llegué a casa y rompí bolsa. Esa noche entré en la sala de partos de la Maternidad Suizo Argentina para hacerme una cesárea”, recuerda. Maximiliano, hoy de 10 años, nació esa madrugada, un mes y 12 días antes de la fecha de parto que le había dado su obstetra.

“Fue un bebé muy deseado. Con François, mi marido, lo habíamos buscado durante siete años. Lo esperé tanto tiempo que lo único que quería era tenerlo en brazos. Me lo acercaron dos minutos y enseguida se lo llevaron a neonatología”, cuenta Enriqueta en el living de su casa de Balvanera.

La cabeza de Enriqueta es una especie de disco rígido con números grabados. “Maximiliano nació con 1,84 kilos. Te convertís en una calculadora. Los prematuros nacen con bajo peso y casi siempre bajan un poco después del parto. Su recuperación depende de que aumenten. Te terminás obsesionando. Yo temblaba cada vez que lo pesaban, porque tenía miedo de que me dijeran que se había estancado. Cada gramo cuenta y puede hacer la diferencia entre que te lo puedas llevar a casa o no”.

Tuvo que esperar casi un mes para poder llevarse a Maxi. Cada día que pasaron internados repitió la misma rutina: llegar a la clínica, esperar en los sillones de neonatología a que la dejaran pasar, sacarse la ropa de calle, ponerse un ambo celeste, esterilizarse las manos y entrar a la sala de prematuros. “Muchas veces me sentaba y miraba cómo otros lo cuidaban. Te convertís en una espectadora. Eso era lo que más me costaba. Era mi primer hijo, al que había esperado tanto y tenía que pedir permiso para estar con él. Siempre hay una enfermera que te dice qué hacer. Todo forma parte del protocolo médico, pero como mamá a veces te enoja que te digan cuándo o cuánto podés estar con tu bebé”.

Enriqueta almorzaba en el sanatorio, cenaba en el sanatorio, pasaba la noche en el sanatorio… Todo bien lejos de la habitación que había preparado para su bebé. “La Suizo se había transformado en una casa para mí. Sólo pasaba por la mía para darme una ducha y cambiarme”. Por suerte, Maxi se prendió a la teta, aumentó de peso y pudo pasar a una cuna común. “En todos los hospitales, neonatología está dividida en cinco salas. La gravedad va de menor a mayor. Cuando llegás a la 5, ponen al bebito en una cuna y estás a un paso de llevártelo”. Maxi llegó a Neo 5 con 2,081 kilos. “Fue como un nacimiento… Dejaron entrar a la madrina y a los abuelos. Era como si lo hubiera tenido ese día y me hubieran venido a visitar”, cuenta.

Cuando un bebé nace antes de tiempo se pierde toda la ‘normalidad’ de un parto y buena parte de sus rituales. Los cartelitos de “Bienvenido” se cuelgan en la puerta de una habitación que acumula ramos de flores, pero en la que sólo duerme la mamá. “Es raro. Viene todo el mundo, pero nadie lo puede conocer. Una lo que quiere es una situación normal. No dormís, estás preocupada, tenés que aprenderte un montón de términos médicos. En el medio se te acaba la licencia en el trabajo y por ahí recién hace días que volviste a tu casa con el bebé, o seguís internada…”

Cuando la balanza les dio el okey, Enriqueta, Maxi y François volvieron a casa. Los esperaba un batallón de abuelos, tíos y primos peleándose por alzar al bebé. Todos tuvieron que pasar el control de Enriqueta. “En realidad, cuando salen hay que seguir cuidándolos y no se pueden contagiar ni un resfrío. Los primeros días estaba perseguidísima… Después me relajé…”, asegura.

La angustia por el peso

Pasaron tres años y Enriqueta volvió a quedar embarazada. “Fue una felicidad inmensa: después de tanto esperar a Maxi, poder completar la familia era un sueño”. Fue un embarazo complicado. “A la semana 20 tuve una pérdida de líquido amniótico y me obligaron a hacer reposo absoluto. Me tuve que mudar a lo de mi mamá porque no podía levantarme de la cama ni para ir al baño”, comparte.

Candelaria nació en el Sanatorio Otamendi el 24 de febrero de 2005, sin haber cumplido siete meses de gestación. “No podían seguir retrasando el parto, tenía el 70% del cordón tapado y le estaba costando mucho alimentarse”, detalla. La nena nació con 1,040 kilos. “Era tan chiquitita que casi no la podías agarrar. Igual tuve que esperar para tenerla en los brazos. Me la mostraron un segundo y se la llevaron corriendo a neonatología”. Enriqueta no quiso esperar. “Al rato de llegar a la habitación, bajé a verla. Se me saltaron los puntos de la cesárea, pero no me quería perder un minuto”.

Los días que siguieron a ese momento en que Enriqueta y Candelaria cruzaron miradas fueron duros. Cande estuvo 56 días internada, una buena parte en estado crítico. “Era muy frágil. Empezó en Neo 2, pero a los dos días volvió a Neo 1. Tenía pocas plaquetas, la bilirrubina alta y encima perdió el 20% de su peso”. La nena llegó a pesar 860 gramos. “Era una tras otra. Tuvo todas las complicaciones que se te ocurran. Maxi siempre fue mejorando, pero Cande avanzaba un paso y retrocedía tres. Es muy angustiante porque sentís que nunca vas a ver el sol”, compara.

En el medio, la vida fuera del sanatorio continuaba. “Maxi iba al jardín, mi marido retomó el trabajo y yo fui gastando la licencia por maternidad”. Los bebés prematuros dan vuelta las rutinas familiares. Hay que reorganizarse. “A la mañana dejaba a Maxi en el colegio y me iba a la clínica. Al mediodía volvía a buscarlo al jardín, almorzaba con él y se lo dejaba a una señora que me ayudaba. Volvía a Neo y a eso de las siete de la tarde pegaba la vuelta a mi casa. Después de cenar, acostaba a Maxi y tipo 11 de la noche, volvía al Otamendi”.

Candelaria estuvo una semana con respirador. “Fueron los siete días más largos de mi vida. Verla entubada fue lo peor”. Pero un hijo internado hace que el límite de “lo peor” se corra a cada minuto. Un sábado a la madrugada, el movimiento de los médicos les hizo saber que algo malo pasaba… “Se descompensó, le bajaron demasiado las plaquetas y no reaccionaba. Nunca me voy a olvidar el color de su piel: era gris apagado”. De vuelta la impotencia: “los que corrían eran los médicos, a nosotros no nos quedaba más que rezar”.

Y alguien en el cielo los escuchó. “Salió de esa crisis y, de a poco, comenzó a ganar peso”. Cuatro días antes de cumplir dos meses le dieron el alta.

Tiempos difíciles

“Cuando volvés a tu casa con un prematuro, el camino recién comienza. Cande tenía problemas gastrointestinales, de vista, pulmonares…” El camino de Enriqueta y François se llenó de especialistas. “La llevamos a todos los ólogos posibles: oftalmólogo, neumonólogo, fonoaudiólogo, cardiólogo. Las secuelas en la salud de un prematuro pueden ser muchas y descubrirlas es una carrera contrarreloj: cuanto antes lo hacés, mayor es la posibilidad de solucionarlas”.

Candelaria corrió su propia carrera y ganó. Dejó atrás el reflujo, fortaleció sus defensas y venció a las neumonías recurrentes y a los problemas de vista, le quedaron sólo un coqueto par de lentes que usa en la escuela. Y hoy cuesta imaginarse que esa nena de seis años con el uniforme del colegio que corre y come sandwiches de queso en el living de Balvanera haya tenido algún problema alguna vez.

Las mamás prematuras lidian con un mundo de problemas logísticos. Muchas veces los bebitos quedan internados por meses y las licencias laborales no contemplan esos días. A eso se agrega una batería de vacunas, estudios y especialistas a los que consultar después del alta a los que no todos tienen acceso. En las salas de espera se tejen historias de desesperación, pero también de esperanza. Después de tener a Candelaria, Enriqueta se sumó a la Asociación Argentina de Padres de Niños Prematuros (APAPREM), una ONG creada por mamás para contener a otras mamás. “Te sentís muy sola. Cuando nació Cande yo tenía la experiencia de Maxi, pero muchas veces falta información de qué derechos tenemos”. Como abogada, Enriqueta lucha hoy para ampliar los derechos de los bebés prematuros.

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Un Comentario

Celeste

Llore con tu historia mi principe TOBIAS nacio de de 25 semanas prematuro xtremo con 690 hoy gracias a DIOS y a la VIRGEN lkeva 43 dias de nacido el sigue entubado pesa 1,10 kg por fin llegamos al kilo a veces se me hace dificil seguir me duele tanto verlo entubado tan fragil q me llena el alma cada vez q me regala una pequeña sonrisa o abre sos ojitos cuesta porq falta un largo camino pero tengo el alma llena de confianza en q DIOS lo llena de fortaleza para ganar esta pelea sus hermanos lo esperan en casa ABRIL,MORE Y DAVID y se q pronyo va a estar con nosotros leer tu historia me lleno de esperanza porq se q.se.puede salir adelante con fe y mucho pero mucho amor saludos y un fuerte abrazo.

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