La Historia de Vida de Marcos y Lucas

ar | Soy Marcos y Lucas Medina

Nací el 6 de Junio, 2003

 de 33.

 Pesé Marcos 2170 & Lucas 2260.

 Gracias Cynthia Gentilezza por compartirlo!

Mi nombre es Cynthia. Soy mamá de Matías (de 38 y media semanas de gestación), y Marcos y Lucas (de 33 semanas de gestación).

Cuando Matías tenía 3 años, no pidió un hermanito. Era tanta su insistencia que decidimos buscarlo. Se imaginan la sorpresa cuando en la ecografía aparecieron dos bebés!!

Por esas cosas del destino, la pediatra de Matías es mamá de trillizos, y como si fuera poco, nuestro obstetra es papá de mellizas (no me quedaba otra que tener un embarazo gemelar).

Como se imaginarán, comenzamos a buscar material para padres múltiples y encontramos la página de Multifamilias. Allí nos informaron sobre la posibilidad de un parto prematuro.

El embarazo transcurría magníficamente, yo trabajaba, y me ocupaba de llevar y retirar a Mati al jardín. Los bebés crecían parejos y en forma esperable. Mi obstetra estaba muy contento con el transcurso del embarazo, hasta que…

Un día (cursando la semana 30) llevo a Matu a un cumpleaños y al regresar encuentro mi habitación llena de caca de rata. Mi cama, la cómoda, las mesitas de luz, hasta los moisés de viaje, con caca de rata. No se imaginan la angustia. Por suerte todo lo de Matías y los bebés estaban en la habitación de chicos (en un primer piso) y allí nunca hubo indicios de roedores.

Hicimos una mini mudanza (todo para arriba) y fumigamos, tiramos cebos, tapamos las entradas, pero nada resultó…

El 4 de junio, cuando creíamos que todo había pasado, va una señora a limpiar la casa y me cuenta que del calefón salió una rata y se metió en la rejilla del patio.

La angustia fue tan grande, que al día siguiente me sentí mal. y por la noche (tipo 10 Hs.), comencé el trabajo de parto. Hacía dos días había ido a control médico, y el obstetra me dijo que estaba muy bien, que volviera en 2 semanas para programar la cesárea en 2 semanas más.

A media noche del ya 6 de junio, llegué al sanatorio Santa Isabel (de Flores), con dilatación completa y una bolsa rota.

Mientras llamaban a mi obstetra y me daban la peridural, la neonatóloga me informaba que tenía la neo llena de prematuros y no tenía respirador artificial. Si nacían sin desarrollar pulmones, los tendrían que derivar.

A la 1:12 Hs nació Lucas, 2.260 grs., con una maduración de 34 semanas. A los 2 minutos nació Marcos, 2.170 grs., con una maduración de 33 semanas. Sin desarrollar pulmones.

Cuando me llevan a la habitación, viene mi marido y me informa que a Marcos lo trasladarán, que no sabían a dónde, y que él iría con Marcos.

Le dije que no se despegara de él, que yo lo llamaría (al celular) y nos mantendríamos informados, pero que NO SE DESPEGUE DE ÉL, Y LE HABLE TODO EL TIEMPO (recuerdo que mis palabras fueron «lo único que conoce del exterior es tu vos»).

Y así fue. A las 7 de la mañana, me desperté. tomé el teléfono y llamé a la neo, pregunté qué bebé estaba conmigo y cómo estaba. Acto seguido llamé a Héctor (mi marido), le di el parte de Lucas (con una vía para los medicamentos, halo para oxígeno, y sonda para alimentarse) y pregunté por Marcos.

Estaban en la Fundación Hospitalaria (en Saavedra). Marcos estaba entubado, con una vía para los medicamentos, y «enchufado» a un aparato (que después supimos que era un saturómetro), además estaba con lámpara y suero porque no se alimentaba con leche.

Por más que te preparen para esa situación, te expliquen cómo va a ser, qué es esperable… La desolación que sentís es asfixiante.

Yo me comunicaba constantemente con Héctor. Cada vez que uno tenía un parte médico llamaba al otro. Cada uno estaba con un bebé, solo, sin el apoyo del otro (porque la familia está, pero hasta te molesta, porque no querés que te vayan a visitar, querés estar en la neo todo el tiempo). Los médicos y las enfermeras de ambos lugares fueron extraordinarios. Muy humanos, te explicaban todo, te enseñaban a tener al bebé sin interferir con tanto cablerío.

El 8 de junio a la mañana, le pido a mi obstetra que me de de alta para poder trasladar a Lucas (me desesperaba no haber visto nunca a Marcos, y Héctor me decía que estaba terrible).

Llegamos a la Fundación al mediodía, y cuando vi a Marcos me puse a llorar. Tan chiquito, tan indefenso, con los ojos vendados y protestando por el respirador.

Pasaron los días, pasaron las angustias, se fueron «desenchufando». era increíble llegar cada mañana y ver los avances que tenían.

Con las otras mamás vas compartiendo todo, los avances de todos los bebés (porque ya sos una gran familia). Convivía con ellos 14 horas diarias, y festejábamos cada alta como una propia.

Un sábado, la neonatóloga nos invita a una charla para padres prematuros, y allí conocí Silvia (psicóloga de APAPREM). Recuerdo que me escuchó, y después me preguntó por Matías.

Mati conocía lo que sucedía, pero en sus 4 añitos tuvo que aprender a estar muchas más horas en el jardín y luego estar solito con papá hasta muy tarde, sabiendo que sus hermanitos (los que él había pedido), ya estaban en este mundo, pero no en casa.

Comenzamos a llevarlo a la Neo, y él me ayudaba a alimentarlos, cambiarlos y acostumbrarse a los tubos y ruidos de los aparatos.

A los 24 días nos dieron de alta.

Las ratas? se fueron cuando llegó Tina (nuestra actual gata). Pero la casa no me parecía segura. Sola todo el día, con dos prematuros, un niño de 4 años, y una cesárea que no recibió reposo nunca. Me fui a la casa de mis abuelos, en Burzaco. Una noche, lo veo a Lucas muy pálido. Al día siguiente tenía control con la pediatra. La llamo y le indico lo que veo: «no quiere comer mucho, pide menos teta que Marcos. Y no hace caca». Ella me recomienda llevarlo a la Fundación. Igual, por lo que le decía, podía ser una constipación que provocaba inapetencia. Recuerdo que le dijo «Si lo llevo a la Fundación, por las dudas lo dejarán internado, y Qué hago con un babé en Burzaco y el otro en Saavedra?. Igual te veo mañana.» La distancia entre Burzaco y Saavedra es de 2:30 Hs. en colectivo de ida y otro tanto de vuelta.

En fin, a las 3 de la mañana hizo un paro respiratorio. Le hice respiración boca a boca y llamé a todos para ir al hospital. Mis abuelos se quedaron con Marcos y Mi papá me llevó a un sanatorio a 3 cuadras de allí. Fuimos en auto, y al llegar al sanatorio, estaba haciendo su 3° apnea. Allí no había pediatría y le hicieron 1° auxilios y me enviaron a otro hospital (donde me esperaba un neonatólogo). Para resumir, llegué allí con la 5° apnea. Esta última duró más de 30 minutos. Estaba desesperada. Con culpa por no llevarlo esa noche a la Fundación. Lo salvaron. Le hicieron análisis, le pusieron suero y oxígeno.

Lo derivaron a la Clínica del niño y la familia (en Quilmes). FUE TERRIBLE. Teníamos sólo 1 hora de visita diaria. Los médicos no decían nada (sólo hablaban con la pediatra de cabecera de Lucas, que llamaba día por medio). Si yo llamaba, me decían que la doctora no podía hablar conmigo porque estaba haciendo algo más importante (obvio, atender a los niños). La angustia me cortó la leche. Y no veía la hora de que le dieran de alta.

Lucas había tenido una gran anemia, y se resolvió con una transfusión. Pero de regalo trajo bronquilitis, que por supuesto contagió a Marcos (quien estuvo internado en la Fundación Hospitalaria). Ya no me importaban las 5 horas de viaje. Lo único que quería era estar contenida y segura de lo que tenía y le estaban haciendo.

Nunca dudé de la buena atención de Lucas en Quilmes. La diferencia es la contención y protección hacia los otros bebés (por dar un ejemplo, en Fundación Hospitalaria, los bebés con bronquiolitis están en incubadora, para no contagiar a los demás).

Debo pedirles disculpas por extenderme tanto, pero yo, al contrario de otros padres, no quiero olvidarme lo que pasaron, y recuerdo hasta el último detalle. Cuando los veo jugar, reír, crecer, recuerdo lo indefensos que fueron, y recuerdo a todas las personas que me ayudaron a sobrellevar ese momento.

Gracias Alejandro Crispín (quien además de entenderme como paciente, me entendía por haber pasado por lo mismo)

Gracias Sara Numerosky (la pediatra de mis hijos, y mamá de trillizos)

Gracias Nora Juttempeker (Neonatóloga de la Fundación), todo el equipo de la Fundación Hospitalaria (médicos, enfermeros, ordenanzas)

Gracias Silvia González (de APAPREM), por las palabras de aliento y su preocupación por toda la familia

Y Gracias a ustedes por leer mi historia.

Mis Fotos!


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