La Historia de Vida de Lucía y Vega

es | Soy Lucía y Vega

Nací el 28 de Enero, 2015

 de 27 Semanas.

 Pesé 718 y 989 Gramos.

 Gracias Lara GranPetit por compartirlo!

Por fin! Esas dos palabras nunca tuvieron más importancia para nosotros que el día que nos dijeron que a nuestras dos pequeñas les daban el alta hospitalario. Lucía y Vega nacieron siendo grandes prematuras, con 717 y 989 gramos respectivamente. Ya ves, tenían demasiadas ganas de salir de la tripilla de su madre. Son gemelas, y además de ser un embarazo de riesgo por ser dos, desde la semana 20 ya nos dijeron que padecían el síndrome de transfusión feto-fetal (tan buenas son que ya compartían hasta la sangre en el útero). Sabían el cariño con el que las íbamos a recibir y ya lo intentaron en la semana 25, aunque los médicos consiguieron aguantarlas hasta la 27. El día que nacieron fue una auténtica locura. Cuando te enteras que vas a ser padre siempre te imaginas que la vida a partir de ese momento será como en los anuncios de agua mineral: la mama sonriendo con su bebé en brazos, el papa montando en bicicleta con su bebé en la cestita, o incluso te hace ilusión cosas que en cualquier otro momento te hubiera producido un pánico terrible como el poder asistir al parto de tu pequeño. Nada más lejos de la realidad. Embarazo de riesgo, reposo absoluto, diagnóstico del síndrome, dos operaciones intra-uterinas, cesárea de urgencia… y de un día para otro tienes dos bebés que no se parecen en nada a lo que tú habías imaginado. Hasta ese momento, todas las historias de nacimientos que nos habían contado terminaban con dos días de ingreso por reposo para la madre y a casa, como mucho una semana si tenía había necesitado cesárea. Y hasta que no lo vivimos no fuimos capaces de asumir que no todas las historias de nacimientos tienen ese final. El parto duró menos de veinte minutos, y cuando las sacaron para llevárselas a reanimación en esas grandes incubadoras que parece que van en una nave espacial, tampoco te haces a la idea de la gravedad de la situación. Las recuerdo muy pequeñas, pero nunca había visto un bebé a los minutos de nacer, iluso de mi pensaba que simplemente hay bebés que nacen más grandes y otros más pequeños sin que eso afectara tanto a su desarrollo. En ese momento se llevaron a Lara a reanimación por su cesárea y yo fui a ver por primera vez a mis niñas, mis hijas (se me llena la boca al decirlo), que salieron de reanimación mientras yo las inscribía en admisión del hospital (¡qué momento! Seguro que todos los padres somos capaces de reconocer una cara de: “no me molestes, acabo de ser padre y tengo que ir corriendo a inscribir a mi hijo”). Ya estaban en la UCIN y tardé más de dos horas en pasar porque las estaban “poniendo guapas para recibirme”, como me repitió tantas veces Claudia, a quién siempre agradeceré esas palabras de cariño y ese trato hacia nosotros. No se puede describir con palabras las sensaciones que uno tiene en el momento en el que ve por primera vez a sus hijas. En mi caso, estaban en incubadora, intubadas, con una vía umbilical, monitorizadas con el pulsioxímetro y los electrodos, con una sonda gástrica, y siendo tan pequeñas que cabían en mi mano. Pese a todo esto, yo me sentía feliz, ahí estaban mis hijas, las más preciosas del mundo y estaban vivas, estaban respirando, estaban estables. En la UCIN estable significa algo está mal, pero no va a peor. Pasado todo este tiempo me siento afortunado de haber sido tan ignorante en ese momento. De otro modo, dudo mucho que la primera vez que vi a mis hijas hubiera podido sentirme tan positivo. Pasaron dos días hasta que Lara pudo bajar en silla de ruedas a ver a las niñas, ya que se encontraba muy débil (había perdido mucha sangre en el parto y estaba con bastante anemia), y creo que a ella le afecto algo más que a mí. Siempre ha sido más realista ante cualquier situación. Pese a todo, nuestro optimismo se mantuvo durante toda nuestra estancia en el hospital. La estancia en la UCIN se prolongó durante 50 días. Ver a mis hijas llenas de cables, tubos, vías y ruidos no es ni de lejos lo que más me impresionó. Esas son las pulseras que llevó puesta Lucía durante muchos días Esas son las pulseras que llevó puesta Lucía durante muchos días Esos 51 primeros días cambiaron absolutamente mi vida, mi manera de pensar, mi filosofía de vida y mis planes de futuro. Quien haya pasado por esto sabe perfectamente de lo que estoy hablando. Siempre escuchas en charlas, o te cuentan sobre un libro que han leído, incluso ves en mensajes virales de Facebook cuales son las cosas que realmente importan en la vida, que el dinero no lo es todo, hay que apoyarse en la familia, etc, y piensas que tienen razón, pero tu vida sigue igual. La UCIN fue una cura de humildad, una colleja de las que te da la vida para abrir los ojos, para escuchar más, para empatizar más, para querer más, para ser capaz de ser feliz con muy poco, para aprender a sufrir de verdad, para ser capaz de dar y recibir los abrazos más fuertes del mundo, para darte la fuerza suficiente como para hacer más de 50 kilómetros de ida y otros 50 de vuelta todos los días y estar con quien te necesita desde las 9 hasta las 21, para no darle importancia a que te despidan del trabajo el mismo día que te incorporas de la paternidad y que a tu mujer le espera el mismo destino por trabajar en la misma empresa, para desear con todo tu corazón ser tú quien tenga ese ductus y que se te encharquen a ti mismo los pulmones. En 50 días nuestros tesoros tuvieron una intervención de corazón, respiraciones de alta frecuencia prolongadas, varias infecciones, mucha anemia con sus correspondientes transfusiones de sangre, displasia broncopulmonar, etc. Podemos decir que pese a todo lo pasado nos consideramos unos auténticos privilegiados. Y de repente, de un día para otro, nos encontramos la incubadora de Vega atravesando el pasillo para meterse en un box de cuidados intermedios, seguida de Lucía. ¡Qué subidón, ya estamos casi en casa! Bueno, eso pensábamos, y tardamos otros 51 días hasta que llegó ese momento, pero esos días fueron diferentes. Íbamos pensando que cualquier día sería el de salir, hasta que el oxígeno que necesitan te va desgastando y ya asumes que te da igual estar dos meses que cuatro, o el tiempo que ellas necesiten. ¡Qué cosa más pesada el oxígeno! Quiero aprovechar para agradecer la paciencia que tuvo el equipo de enfermeras del Hospital U. La Paz con nosotros a este respecto. Está pitando el saturador por alto, ¿le puedes bajar el oxígeno? Está pitando por bajo, ¿se lo puedes subir? Realmente fuimos unos padres cansinos, pero creedme que es muy frustrante ver que tus hijas no consiguen avanzar y si lo único que puedes hacer es estar pendiente de que se le administre la dosis justa de oxígeno no te importa ser pesado. Por otro lado, también hay que reconocer que no todo fue negativo en nuestra estancia. De hecho, podemos decir que salimos siendo aventajados con respecto a los padres que tienen un bebé a término. Si nos hubiéramos encontrado a los dos días de salir del hospital con dos bebés que no sabes por qué lloran, que no sabes ni cómo colocarlas para darlas el biberón, que no quieren comer, que no sabes qué hacer si se atragantan, ni cómo sacarles los aires, ni como cambiar ni un pañal sin terminar con la cara llena de pis o las sábanas hasta arriba de caca… El hospital es un curso intensivo de cómo ser un padre-enfermero-con-tolerancia-a-situaciones-extremas que de otro modo hubiera sido imposible aprender. Pero de repente, llega el día que te dicen que a tus hijas les dan el alta. Con un monitor y una botella de oxígeno, sí, La manita de Vega sobre el pecho de su mama La manita de Vega sobre el pecho de su mama pero ya estarán en casa, y como ya has aprobado el curso intensivo de enfermería no te preocupa en absoluto. Bueno, en realidad sí, pero te preocupa sobre todo la primera noche, cuando no puedes dormir, y das vueltas, y las miras que estén bien inclinadas para que no tengan reflujo, que respiren bien, que tengan el cuello bien colocado, otra vez te aseguras que respiren, y después de comprobar que todo está bien unas 25 veces aprovechas que no puedes dormir para leer los informes de alta, que como tienen 12 hojas cada uno en el momento en que les dan el alta no te apetece leerlos, te apetece salir de allí cuanto antes. ¡Ay madre…! ¿Todo esto pasaron mis pequeñas? Metafóricamente me vino la escena del hombre que pasea y le van cayendo macetas, televisores, pianos y todo tipo de cosas desde las ventanas pero nunca le alcanzan, sin que se dé cuenta del riesgo que tiene en cada momento. Así me sentía, no quería ni mirar hacia atrás, ni pensar todo lo que habían pasado. Prefería pensar en cómo se encontraban en ese momento. Todo (o casi todo) había pasado, ahora empezaba nuestra nueva vida. Y esa nuestra historia de cómo nacieron y cómo pasaron los primeros 101 días de vida Lucía y Vega, dos auténticas campeonas y luchadoras. Dos grandes prematuras que después de lo que han pasado el resto de la vida les va a parecer de risa y que sus padres no podríamos sentirnos más orgullosos de ellas. Su fuerza es lo que nos hizo tirar hacia delante todos los días. Si ellas luchaban, ¿cómo no lo íbamos a hacer nosotros?

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Luciayvega28 junio 2015 0508 junio 2015 072

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