La Historia de Vida de Julián, Magalí, Máximo, Cinthya y Franco

ar | Soy Julián, Magalí, Máximo, Cinthya y Franco

Nací el 2003 y 2006

 Gracias Ruht Abramowicz por compartirlo!

Julián y Magalí | 26 de octubre de  2003
28 Semanas
Julián 940grs. & Magalí 1210grs.

Máximo, Cinthya y Franco | 15 de junio de 2006
32 Semanas
1600grs. apróx. c/u.


RELATO DE UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Ilustraciones de Perla Abrams

DEE.tmp

Al quedar embarazada la combinación de sensaciones por las que puede pasar una mujer es infinita y todo varía según si fue buscado o no, si llegó en un buen momento de la vida de los futuros papás (o mamá sola). En mi vida llegó después de una larga, amarga y trabajosa espera; luego de transitar por un sinnúmero de salas de espera, consultorios, estudios, médicos, procedimientos en quirófano, medicación, dolor físico, tratamientos de fertilización asistida pero por sobre todo esto un espíritu de lucha, esperanza y fe en que aquello que desea desde las entrañas, de alguna manera llega. En mi caso se estaba demorando más de lo que mi cuerpo podía soportar.
Así fue que le dije a mi doctor: “si en este intento no logro un embarazo le pongo punto final a esta búsqueda.” Un Séptimo Tratamiento me resultaba ya suficiente manoseo sobre mi cuerpo y muchos golpes a mis emociones con cada fracaso.

El resultado fue “un embarazo gemelar” que con los meses nos mostró que teníamos una nena y un nene en camino. ¿Qué más se le podía pedir a la vida? Yo caminaba con un letrero en la frente que decía gracias.
Al mismo tiempo de quedar embarazada la compañía para la que trabajaba quebró, así que por fuerza mayor me dediqué en forma exclusiva a disfrutar y cuidar de mi embarazo. Sentirlos, imaginarlos y verlos crecer dentro mío fue una de esas experiencias mágicas que me regaló la vida, para mi fue como la consagración a tanto empeño y búsqueda.

PERDÍ LA PANZA EN ALGÚN LADO

Un lindo domingo de octubre, de esos que amanece con un cielo radiante que me predispone sí o sí a disfrutarlo, me levante con la sensación de humedad entre las piernas que solo me llevó a deducir: “Se me rompió una
o las bolsas”. A las ocho de la mañana tomé un baño rápido mientras salía otro chorro de líquido (indefinido, para mi corta experiencia). Ocho y cuarenta horas me conecté con la obstetra, asustada y con dolores. .¿Serían contracciones? No podía ser, me dije “tengo 28 semanas de gestación, seis meses y medio”. Me indicó medicación y reposo pero las contracciones volvían cada 10 minutos. Por lo tanto nueve y veinte horas estábamos viajando al sanatorio, “Todo va a estar bien (me decía en el viaje), si Dios, la vida y la ciencia nos dieron estos bebés, confiemos en que ellos estarán con nosotros.”

En un torbellino de emociones, contracciones, estudios, medicación por suero uno de mis bebés ya asomaba su cabeza……mientras mi cuerpo no dejaba de temblar, como si fuese una máquina productora de escalofríos… El resultado inesperado de aquel domingo soleado fue el nacimiento por cesárea de Julián con 940 gr. y Magali con 1.210 Kg. Mi pecho y brazos se quedaron vacíos viéndolos pasar con gran diligencia por delante mío, de color azul-morado y envueltos en unas bolsas, tan o más chiquitos que los bebés de juguete.
Luego de la tormenta, llegó el descanso que me produjo la anestesia y la sensación desesperante de que nuevamente ser padres, dependía de otros.

LA “NEO”  Y EL MÁGICO MUNDO DE LAS  MIL SENSACIONES

Sondas, catéteres y censores que salían de sus cuerpitos y se conectaban a aparatos y monitores por sobre sus incubadoras, alarmas en un sonar constante y dos cuerpitos desnudos, con sus emociones totalmente expuestas, absolutamente indefensos y a merced del destino y pericia de los profesionales. Así comenzaban la vida.

Yo, de pie, frente a sus incubadoras, con un dolor en la herida que no me permitía mantenerme erguida. Más que incubadoras parecían bandejas con reflectores, sus cuerpitos, más pequeños que mis dos manos juntas y cablecitos que salían de sus ombligos. Éste, mi primer contacto, “el más importante entre madre e hijo”.

Llegar hasta mis hijos fue todo un ritual por aprender, que a medida que pasaban los días lo incorporé como algo natural, lavarse hasta los codos con el jabón Pervinox (con su fragancia tan particular), colocarse la bata, pedir permiso para entrar anunciando: “La mamá de Julián y Magali”, y en muchas ocasiones tener que esperar más de hora y media para poder entrar.  Perdí mi nombre para llamarme mamá, todos los profesionales y personal del lugar a partir de ese momento se dirigían hacia mi así y de alguna manera me servía para reafirmar este rol en el cual, por diferentes motivos, quedé desplazada: permiso para entrar a verlos, esperar para tocarlos o días enteros para tenerlos a upa. Las enfermeras me iban  contando cosas de mis hijos y yo tenía que asimilar que estaba bien que ellas los conozcan y cuiden la mayor parte del tiempo y que uno estar casi de prestado, sobre todo cuando son tan chiquitos y requieren tantos cuidados.

Teníamos los partes médicos diarios en dónde nos explicaban si mejoraban sus dificultades pulmonares, cardíacas, intestinales. Medicaciones y tratamientos a seguir, si subían o bajaban los 15, 20 ó 30 Gr. diarios.

El día que regresé a casa me invadió la angustia de tener mis brazos y mi útero vacíos; los rincones de mi hogar fueron los silenciosos testigos del antes y después  y con lo único que pude llenarlo fue con la fe y esperanza de que todo iba a salir bien, sabiendo que estaban en uno de los mejores sanatorios.

A pesar de todas las dificultades me empeciné en querer disfrutar de la maternidad, así que me puse en campaña con los extractores de leche, soñando que mis hijos ,cuando estuvieran maduros para succionar y digerir, la tuvieran a su disposición y así poder aportar mi granito de arena a los cuidados que ellos merecían, algún día, ¿por qué no? Darles de mi pecho. Éste proceso me llevó entre 7 y 10 días, para comenzar a producir, no alcanzaba para los dos, pero algo era…

Íbamos temprano en la mañana, yo me quedaba a su lados hasta la noche, en que regresábamos para descansar; la jornada era larga ya que no siempre podíamos estar adentro con ellos y estando allí era mirar por fuera de sus incubadoras, a duras penas podíamos acariciarlos atravesando las ventanitas y observábamos lo difícil y laborioso que les resultaba vivir, bastaba que quisieran cambiar de posición su brazo, tronco o la misma cabecita para que todos los censores dieran alarma en los monitores de que se estaban ahogando o saturaban mal; nos explicaban que sus cuellos eran tan inmaduros que no con cualquier posición del cuello podían respirar. Sobre esto tuvimos más de una discusión con mi marido acerca de qué era lo mejor para ellos. Tenerlos a upa por unos minutos, ese contacto con los papás… y ver el stress y esfuerzo físico que les generaba y que una vez cada tanto nos permitían disfrutar,

Los regresos a casa se teñían de varias sensaciones, por un lado ganábamos un día más de vida y desarrollo de Julián y Magali, pero por otro la angustia de guardarme en un bolsillo la necesidad de abrazarlos y darles mi calor.  Cuando en ocasiones puntuales me permitían hacerlo junto al goce aparecía la tristeza de ver como se les dificultaba respirar. Pasaron los días y  más allá de quererlos en casa, era natural el dejarlos allí e irnos solos, volvíamos más relajados sabiendo que estaban en buenas manos; en mi mente proyectaba el momento en que estuvieran en casa, ya compensaría  la  “falta de mamá “que estaban teniendo (aunque no fuese lo mismo).

Recuerdo que una de las enfermeras, me dio el lujo de poder tenerlos sobre mi pecho a los dos juntos, un momento sublime y de extrema sensibilidad. Nos estábamos reencontrando después de casi dos semanas, los tres unidos por mi pecho; Magali, que era la más movediza, estaba totalmente relajada y entregada al disfrute, Julián, sin embargo, que era el más tranquilito, en ese momento abrió grande sus ojos y comenzó a mirar fijamente a su hermanita que dormía a centímetros de su rostro y yo, participaba silenciosamente testigo de este momento único, un regalo para los tres.
Al finalizar el día regresamos a casa, una noche de descanso para al otro día repetir la rutina.
Un 8 de noviembre, sábado, el médico de ronda nos daba la buena noticia de que a Julián se le había cerrado finalmente un conducto del corazón llamado Ductus, salvándose así de tener que operarlo porque ya era el segundo tratamiento de medicación que había recibido. A Magali se le cerró con la primera medicación,
Un día de alegría, verlos recostados, creciendo, de pronto abrían sus ojos y me observaban, increíble… percibía que me hablaban con su mirada.

En nuestra jornada numero 14 (domingo), temprano en la mañana recibimos un llamado de la coordinadora de la NEO, nos aclaró que no nos preocupáramos pero quería que sepamos que a Julián le habían colocado un respirador artificial ya que estaba teniendo algunas dificultades y que nos esperaba para explicarnos bien.
El recorrido hasta el sanatorio, nuevamente estuvo cargado de incertidumbre y ansiedad, veinte minutos eternos en dónde cada uno lo sobrellevó de la mejor forma que sabía. En mi mente apareció fugazmente una imagen, una escena que me ocupé de reprimir (repitiendo: “son mis miedos y hay que relajarse y pensar en positivo”). Pero minutos más tarde me alcanzó la misma imagen, nítida: Yo parada, rodeada de algunos seres queridos, observando cómo enterraban a mi hijo. Me lo guardé para mí y el viaje transcurrió en silencio.
Llegamos, entramos y lo vimos, pregunté si lo podía acariciar, me autorizaron y explicaron que estaba sedado, que no se iba a despertar. Mientras esperábamos a la Doctora por el informe contemplé el cuadro: Magali dormía relajada sin presentar ninguna dificultad; no recuerdo haber escuchado sonar su monitor en ningún momento, cuando el día anterior había sido un concierto de alarmas entre los dos. Julián, dormido, como ausente, verlo me generaba un vacío en la mente insoportable, lo único que podía hacer era contemplarlo y tomarle su manito, tan pequeña que se podía envolver con tres de mis dedos.

Estábamos sentados en la sala de reunión, frente a los doctores. “GASTROENTEROCOLITIS NECROTIZANTE” fue el diagnóstico de Julián, a la espera de su reacción a los remedios y bajo la observación del cirujano que decidiría si lo operaría o no. “Está totalmente dormido ya que es muy doloroso por estar el abdomen inflamado, éste presiona contra los pulmones y el corazón…;”Sentenció el médico.
“Angustia, algunas lágrimas y no poder creerlo. Tardaron tanto en llegar a nuestras vidas que no podía estar ocurriéndonos esto”.
Regresamos a su lado, el dolor que me causaba verlo hacía que retire la mirada, era como un bombardeo en el pecho y en mi mente, observar el rostro y la labor agitada de la enfermera que seguía minuto a minuto todos los elementos que lo rodeaban. Elegí esperar afuera, traté de quedarme y enfocarme en Magali. No pude. Ver a mi hijo que pesaba alrededor de 950 gr. y que apenas se estaba adaptando a esta vida ahora tenía que luchar contra este cuadro que se mantenía cual guerrero sobre su cuerpito y que se lo estaba devorando…. El cirujano debía volver por la tarde para evaluarlo nuevamente.
No hizo falta, o fue demasiado tarde, no lo sé….su corazón no soportó tanto esfuerzo e hizo un paro cardiorrespiratorio, la autopsia mostró entre otras cosas que su intestino ya se había perforado.

¡DOY GRACIAS A LA VIDA POR PERMITIRME LLEVARLO EN MI DURANTE SEIS MESES!, SENTIRLO CRECER, AMARLO; IMAGINO QUE SU DESTINO O MISIÓN DE VIDA YA ESTABA CUMPLIDA…..PERO….IRSE DE ESTA MANERA CON TANTO DOLOR Y ENFERMEDAD…ESO ES LO QUE MÁS ME ENTRISTECE, QUE SUS CATORCE DÍAS DE VIDA HAYAN SIDO DE LUCHA Y DOLOR.

Lo acurruqué entre mis brazos y contemplé por unos minutos. “El ya no está aquí», su cuerpito totalmente inmóvil, vestido cual bebé que ya está bien, con batita y gorrito, libre de toda aguja y censor.
Con mi marido aprendimos lo que es enterrar un hijo al mismo tiempo que nos convertíamos en padres.

Un domingo 26 de octubre nació y un domingo 9 de noviembre murió.

asdsadas

El reencuentro con Magali fue mágico, ella tenía una paz increíble y sus censores no daban alarma como hacía dos días atrás. Ella aún se alimentaba por zonda, yo necesité su contacto y sin esperar autorización la retiré de la incubadora, acomodé por supuesto todos sus cables y la coloqué en mi pecho. Nos encontramos las dos, una conexión entre ambas que me bastó para sentir agradecimiento por tenerla y enfocar toda mi energía en ella, mi hija estaba tomando, aunque más no fueran unas gotitas de mi pecho.
“Tuve calma y luz después del tornado que arrasó nuestras vidas.”
El mes y medio que le sucedió me llevó a sentir que la NEO era una extensión de mi casa y las enfermeras parte de mi familia, tuve que acostumbrarme a que era la mamá de Magali solamente, sobre todo al anunciarme en la entrada, ya no podía decir “la mamá de Julián y Magali”, o a la hora de rotular los envases de leche que me extraía. Increíblemente a partir del 10 de noviembre se comenzó a multiplicar mi producción de leche, era mayor a lo que consumía ella.
Las/os. Enfermeras/os. fueron testigos y maestros de nuestro primer baño a Magui; hicieron lo imposible para que ella aprendiera a succionar de mi pecho, cosa que fue muy laborioso pero ¡ Lo logramos!.
Llegó el día del Alta médico: el 24 de diciembre.
Cruzamos el umbral de casa los tres juntos y fue como haber atravesado la meta de un triatlón. Nos encontramos los tres en un abrazo lleno de sensaciones, al fin nuestra casa albergaba a nuestra hija, “llegamos”.

Tuvimos que aprender a ser una familia sana, por ejemplo la sensación de que Magali ya no necesitaba de una enfermera que la observe las veinticuatro horas, “hasta ayer la cuidaban porque podía hacer apneas”… Me llevó un año entero relajarme y no salir corriendo a verla respirar ante cualquier ruidito, el fantasma de que una muerte súbita o quién sabe qué podía entrar en nuestras vidas era terminantemente inadmisible.

A Magui por haber sido prematura, se le habían formado cuatro angiomas (ampollas de sangre causadas por venitas capilares mal formadas) y que con el tiempo a medida que madurase ella, se le iban a ir cicatrizando. Resultó que a los catorce días de estar en casa uno de ellos comenzó a cambiar su aspecto, yo tenía la impresión de que eso le dolía, el pediatra desestimó cualquier tipo de prevención, nos explicó cómo detener el sangrado si ocasionalmente se lastimara.
A los veinte días de ser una familia sana la tuvimos que internar (su edad gestacional se correspondía con la de un recién nacido) uno de sus angiomas se le había ulcerado de tal manera que tenía la imposibilidad de apoyarla boca arriba, mi hija vivía en un grito constante, nosotros llevábamos cinco días sin dormir ya que nos turnábamos para controlarla porque la acostábamos boca abajo. Pasamos cuatro días de internación en un Hospital privado y no fueron cinco porque me transformé al escuchar que el que leía el resultado del laboratorio no llegaba hasta el día siguiente; la burocracia de estos lugares que hacen que 48 horas de observación se convirtieran en 96 horas mientras yo veía como acostaban a mi hija sobre su escara sólo porque no tenían saturómetros para controlarla. No me permitían pasar la noche junto a ella, solo esperar en una habitación en la otra punta del mismo piso, retaceaban la información que solicitaba sobre ella dando respuestas como “ no lo sé porque no me tocó en mi guardia “. LA QUERÍA TENER EN CASA.

Antibióticos, corticoides y luego de dos meses de medicación y curaciones se terminó de cicatrizar su tercer angioma ulcerado.

Ahora si, a disfrutar……está demás decir que nos acompaño durante años la desconfianza de que a la vuelta del almanaque el destino nos sorprendería nuevamente; no queríamos darle oportunidad, estábamos al acecho,
Verla crecer…y cómo, a medida que pasaba el tiempo iba tomando el tamaño de un bebé acorde a su edad, sana, feliz. Gracias Dios.

La hija más querida! ¡La nieta más soñada! La sobrina más mimada! Magali Rocío! Una niñita que iluminó el corazón, no solo de sus papás, abuelos y tíos, sino de toda la comunidad de amigos que nos acompañó desde el momento en que era solo un sueño casi imposible de concretar.

APOSTEMOS A LA VIDA

Al cumplir los dos años Magali nos propusimos buscarle un hermanito/hermanita. Teníamos varios embriones congelados esperando en el laboratorio, así fue que visitamos a nuestro Doc. Fernando… para plantearle que veníamos por más, (ya con Magui en nuestras vidas y ellos aguardándonos todo lo realizábamos sin tanta carga emocional, menos ansiedad y angustia). Varios intentos fueron negativos… nos quedaba la última chance y las probabilidades de que resultase positivo eran tan relativas que rezábamos: “¡Aunque sea uno! “.
Realicé los tratamientos utilizando todos los recursos que conocía y por eso no quiero dejar de contar que una vez hecha la transferencia de embriones fui a visitar a un reflexólogo, Enrique, al que quiero mucho, valoro su experiencia, conocimiento y energía, le pedí que me diera Reiky. En mi imaginación los veía absorbiendo toda esa energía cual impulso para reaccionar a la vida.

Esperamos catorce días y el test casero me arrojó un POSITIVO, ahora faltaba la confirmación con la sub unidad B. El procedimiento de los laboratorios es no dar resultados por teléfono, sí vía fax, así que a las diecisiete horas de ese mismo día mi marido, Magali y yo caminábamos rumbo al locutorio que recibiría nuestro informe. Resultado: Embarazadísima, tenía que ser como mínimo 100 unid y me había dado unos 1800 de sub unidad B.
¡Que momento único! Nuevamente embarazada, nuevamente papás, hasta Magui disfrutó nuestra alegría al contarle que iba a tener uno o más hermanitos.

Por momentos, me detengo a pensar en estos instantes únicos de felicidad absoluta que te llegan en algunas ocasiones, luego pasan, pero la luz que esa alegría te deja va acompañándote por el resto de tus días, no hay más que evocarlos; y que increíble, lo que para uno puede ser mágicamente maravilloso para otro puede resultar un escollo en su vida.

Día de consulta obstétrica, nosotros teníamos ya una idea de cuantos podían ser y rezábamos que no fueran más, la verdad es que no queríamos tener que vivir nuevamente el dejar a nuestros hijos en la NEO, queríamos disfrutarlos, estábamos por la revancha, ¡la segunda oportunidad en la que debería salir todo lindo!   Ecógrafo mediante: Acá hay uno…acá hay otro… y acá está el tercero.   “¡Estoy embarazada de trillizos!”  “¿Yo.?”  “No puede ser…” “¿Cómo se vive eso? “

Nuevamente la ambivalencia, felicidad al tope por lograr el embarazo y llevar vida dentro de mí, iba a tener más hijos… por otro lado teníamos muchísimas chances de tener hijos prematuros y sabíamos los riesgos que eso implicaba.

Ellos iban creciendo y en mi panza se agregaban día a día los hematomas que dejaban las aplicaciones de heparina, Yo le decía a mi marido que la gente debía pensar que me golpeaban en la panza.
A Magali no le causó ninguna gracia el embarazo, no solo ignoraba mi panza, sino que al hablarle de los bebés me cambiaba de tema.
Los meses que le siguieron me dediqué a empollar ( como me dijeron en una oportunidad), Las limitaciones físicas comenzaban a aparecer, así que tuve que dejar de trabajar, no podía permanecer demasiado tiempo sentada ni parada y para caminar doscientos metros me tenía que tomar unos diez minutos aproximadamente y de todas maneras quedaba exhausta. Cuando llegué a los seis meses, a causa de molestias y dolores recurrentes en el abdomen y cintura, que no se aliviaban con medicación oral, el obstetra me indicó internación.
No fue sencillo, Magui era muy chiquita y tuvimos que afrontar la tercer separación entre nosotras; durante un mes la estuve viendo de a ratitos algunos días a la semana, fue muy triste para las dos. Por otro lado me conformaba al pensar que mis tres bebés crecían y recibían el cien por ciento de mi atención y dedicación, utilicé el tiempo para conectarme con ellos, les estaba dando toda mi vida a su servicio. Incertidumbre es la palabra con la que podría definir mi visión hacia el futuro cercano, las preguntas mas recurrentes: “¿Cómo voy a hacer cuando nazcan?” “¿Estarán bien?” Esta vez la NEO será un simple lugar de paso?…van a nacer con una buena edad gestacional?

Estaba programada la cesárea para el jueves 15 de junio a las trece horas, en la semana treinta y dos del embarazo. La noche anterior no pude dormir de la ansiedad, habíamos estado disfrutando hasta tarde con mi marido y Magui, nos sacamos fotos con la panza, era la última noche en que éramos tres, al otro día seríamos seis; si bien nuestras vidas ya habían cambiado mucho, sabíamos y teníamos la certeza de que estábamos entrando en un mundo absolutamente intenso.

Así fue como llegaron a nuestras vidas Máximo, Cinthya y Franco con un poco más de 1,600 kilos cada uno y en ése mismo orden fueron naciendo. Me dí el lujo de darles un beso de bienvenida al mundo a cada uno de ellos antes de que se los llevasen a control. Estaban con los requerimientos mínimos esperables para recién nacidos de siete meses de gestación, ¡perfecto!, tuve mucha tranquilidad al saber que todo estaba en orden y dentro de lo previsto. Al atardecer nos comunicaron que ya nos podíamos acercar a verlos; ¡el momento tan esperado!, ¡conocer a nuestros hijos! El corredor se me hacía interminable…Se abrió la puerta de la antesala, me encontré con los piletones para lavarme manos y antebrazos y, “siento el aroma del jabón de Pervinox con clorhedixina que me invade y va entrando por la nariz e inmediatamente me dispara una electricidad que recorre todo mi cuerpo, mientras me coloco el camisolín percibo cómo todas mis emociones se desestructuran.” Sentada en mi silla de ruedas, avancé gracias a que mi marido la conducía, yo me sentía absolutamente aturdida. Abrí las puertas, mamás, enfermeras, media luz y un silencio que se abre paso para escuchar los monitores y otras alarmas. “Siento como este cuadro me abofetea en la cara y me retumba en el cuerpo… “¡otra vez vivir esto!” Mi boca se llenó de sabor a angustia mientras mi corazón palpitaba con emoción: ¡estoy a una puerta de mis tres hijitos y nos vamos a reencontrar!
Mientras la enfermera me los presentaba, yo los observaba a través de sus incubadoras. Observé detenidamente a cada uno de ellos, Franco dormía profundamente boca abajo al igual que Máximo, un sueño totalmente relajado, sus cuerpitos eran adorablemente perfectos. Me detengo con Cinthya, podía apreciar muy bien su rostro ya que estaba boca arriba, totalmente dormida. Tuve unas ganas urgentes de besarlos y abrazarlos aunque sabía que no podía. De pronto me sorprendió un flash en mi interior, la angustia y el dolor me invadieron el pecho y garganta encontrando su cauce por mis ojos, no pude sostener la mirada, el dolor que me produjo verlos…recuerdos que invadían…presurosa me sequé los ojos y me concentré en el informe de los monitores, los tres mostraban una frecuencia cardíaca y una saturación en sangre (de oxígeno) ÓPTIMOS, pensé: “Es la confirmación de que está todo bien.
Los días siguientes me dediqué a producir leche con el extractor; ellos, como evolucionaban tan bien en pocos días pasaron del sector de alta complejidad (NEO 1) a otro mucho menor (NEO 4), fue todo alegría, ellos impecablemente sanos, el objetivo era subir de peso, aprender a succionar y tragar y usar sus estómagos, parecía poco y simple pero nosotros sabíamos del trabajo diario sobre ellos y que esos aprendizajes llevan tiempo (vivíamos el día a día).

EL DESTINO SIEMPRE TIENE SORPRESAS

Habían pasado tres semanas y ya estaban cerca de los dos kilos. Con este comentario quiero decir que empezaba a soñar con la salida de ellos, pensaba: “Con dos kilos ya regulan la temperatura por si solos, faltaría confirmar que el reflejo succión – deglución funcione bien y a casa.”
La doctora que coordinaba la NEO me llamó e hizo pasar a una sala privada. Misma escena que con Julián, diferente en el tiempo y en la formalidad: “Vamos a hablar de Cinthya, me muestra unas radiografías y explica que son de su estómago (¡¿….?!), me describe las características de la misma, al cual le respondo: “Si, ¿es gastroenterocolitis necrotizante? Le cuento lo ya vivido con Julián y me responde que en este caso espera que no suceda y que está bajo los cuidados necesarios, iremos viendo como responde al tratamiento.”
No lo podía creer, estuvo todo perfecto hasta hoy, dos veces que nos ocurra lo mismo, verla sufrir…. Afortunadamente no se complicó y respondió bien al tratamiento, el mismo consistió en catorce días de antibióticos vía endovenosa. Durante este período Máximo comenzó a tener dificultad respiratoria debido a una bacteria, estuvo a punto de necesitar respirador artificial, gracias al cielo no lo requirió; lo que sí, recibió sus catorce días de antibiótico vía endovenosa. Franco venía invicto.
En ese momento tenía a los tres repartidos por diferentes sectores de la NEO; si estaba con uno dejaba de lado a los otros, algunos días me quedaba sin ver a alguno ya que no siempre podía entrar cuando disponía del tiempo. Cinthya estaba tan inquieta que al moverse se arrancaba las vías, Otra cosa por la que tuvieron que pasar fue ayunar hasta que les mejorara el cuadro de enfermedad, entonces durante unos cuantos días los dos no recibieron leche sino alimentación parenteral (mediante una vía).
Y llegamos al día catorce del tratamiento de Cinthy (faltaban unos cuantos para finalizar el de Máximo). Por la mañana le quitaron la vía y por la tarde presencié como la enfermera al chequearla la encontró hipotónica, con falta de respuesta a los estímulos y con treinta y siete uno de temperatura, entonces vi como, por segunda vez, mi hija retrocedía a NEO uno, no sabían a que se debía su estado, tenía un cuadro de hipertensión, suponían un trombito en algún lugar del organismo.
Amargada y angustiada me escapé de allí, ese lugar me estaba ahogando, me fui a tomar algo al restaurante del sanatorio y les avisé que me contactaran al celular. Cuando regresé me tranquilizaron ya que su corazón estaba bien y estaba totalmente controlada (con algunos medicamentos vía endovenosa) así que con esas palabras más el diminutivo que usó la Doctora en su informe sobre el posible diagnóstico decidí irme a casa ya que Magui me esperaba ansiosa después de su largo día sin vernos.

La mañana que le siguió fue un viernes, si mal no recuerdo. A medida que entraba y saludaba a los médicos y enfermeras iba tomando noción de que estuvo gravísima, las palabras que escuchaba bajo sus miradas de condolencia fueron: “Está mucho mejor “o “Va a estar bien, quedate tranquila que lo peor ya pasó “ o simplemente las palmadas en la espalda…
El resultado arrojó “Cándida en sangre” (es una clase de hongo), ésta le entró por vía y por catéter.
A ésta altura utilizaba mis fuerzas para pedir que se cure y averiguar cuántos de los estudios que le hacían a diario eran dolorosos.

No hace mucho tiempo atrás, mientras reflexionaba con un licenciado en psicología  concluí que yo creía que después de la muerte de Julián estaba preparada para lo que viniera ¿Qué otra cosa peor me podía ocurrir? Con Cinthya lo supe: ver sufrir a un hijo una y otra vez  y no poder hacer nada más que contemplar a la distancia, sin darle abrigo ni contención, ya que debía repartirme entre cuatro hijos y por otro lado la barrera física de la incubadora, sus cables, vías y catéteres.”

Y llegó la hora de irnos a casa con Franco y Máximo. Yo me quedaba al cuidado de ellos y mi marido visitaba a Cinthy dos veces al día, antes y después del trabajo.
Cinthya, después de haber pasado la tortuosa experiencia de no tener venas disponibles para que le suministren la anfotericina, quirófano mediante, le colocaron el catéter en su cuellito, el cual la acompañó durante esos catorce días finales que fueron devastadores para ella y desesperantes para nosotros; había entrado en un cuadro que se lo conoce como Síndrome de Hospitalismo, dormía de manera muy interrumpida y solo cuando el sueño la vencía, el resto del tiempo se lo pasaba a los gritos, aún a upa y no lograban darle un biberón correctamente ya que no podía dejar de gritar para comer, cuando finalmente tomaba algo generalmente vomitaba….

MI REENCUENTRO CON CINTHYA

Estábamos terriblemente desesperados por traerla a casa, ella me estaba necesitando y yo no podía dejar a los dos varones, ya que eran muy pequeños y demandaban muchos cuidados como para delegar esa tarea a algún familiar. Tomé conciencia de su cuadro cuando la vi y conviví con ella. Fue muy triste sentir cómo los brazos de mamá no alcanzaban (no solo porque eran tres los que demandaban) cuando abría sus ojitos lo hacía con el ceño fruncido, ojerosa y con una expresión en su mirada muy dura, como si quisiera ver algo a través de una ventana opaca. Los días corrían y la situación no cambiaba.
Contratamos una cuidadora para que nos dé una mano por las noches ya que con los tres y bajo la constante de no dormir de ella, no dábamos abasto. Para que pudiera alimentarse mejor la medicaron por gastritis nerviosa lo cual ayudó mucho y de a poco fue disminuyendo las veces que vomitaba. Yo la abrazaba y le hablaba pero no alcanzaba para calmar su enojo-angustia-desamparo; era la manera que tenía para contarnos todo lo que le pasó mientras estaba sin mamá y papá. Tengo grabada en mi retina una tarde cualquiera en casa con mi marido, Magali, y los tres bebés en sus huevitos (bebesit), todos, incluidos Máximo y Franco colocando la atención en ella que gritaba de manera arrolladora.
Si bien ya había bajado su nivel de ansiedad seguía repitiendo la misma estructura de conducta. ¿Qué podíamos hacer? La respuesta más que obvia es: “consultar con el pediatra”. Cuando lo hicimos su respuesta fue: “es lo más lógico, si le dimos con los botines (de fútbol) de punta para salvarla”. Así que nos retiramos del consultorio con una respuesta que nos hablaba de su pasado y nosotros buscábamos construir un mejor futuro, “una solución”.
Encontramos un pediatra que utilizaba terapias alternativas. Gracias a él podemos decir que Cinthya hizo como un “volver a empezar”; nos llevó algunos meses pero desde los primeros días de tratamiento ella comenzó a conectarse conmigo y con el mundo que la rodeaba; hacía silencios para poder observar, nosotros respirábamos aires de esperanza y nos comenzamos a relajar, la veíamos descansar mientras dormía y cada vez sus descansos se hacían más pronunciados y acordes a su edad.
Seis meses después de su salida del sanatorio la infectóloga dio por terminado el tratamiento que tenía indicado por la cándida.

En éste momento del relato me gustaría plantearte una reflexión: Nosotros vivimos planificando, buscando, proyectando, ambicionando situaciones y cosas a lo largo de nuestras vidas y nos movemos en función de eso; nos sentimos orgullosos y victoriosos al concretarlo y muchas veces nos enojamos cuando no lo conseguimos, pero, ¿por qué el enojo? Nos manejamos en la vida (en general) cómo si en algún momento alguien nos hubiera prometido un lecho de rosas; aún así hay que recordar que éstas tienen espinas. Por otro lado entiendo que a cada uno le toca vivir las dificultades en la medida de lo que tiene que aprender en la vida. De todas las vivencias uno tiene que desarrollar la capacidad de extraer lo positivo y lo negativo, ambos polos nos sirven para crecer espiritualmente. Cuando recibís la vivencia con aceptación, la misma energía que nos da vida, genera una expansión y crecimiento de nuestro espíritu o alma. Yo particularmente lo he sentido y te aseguro que se evidencia en tu capacidad de dar amor. Uno elige  qué actitud tomar ante la vivencia  aunque sea de manera inconsciente, si ésta es positiva, con paciencia y a su debido tiempo la experiencia florecerá. Ahora, si te quedas con el dolor, el sufrimiento y las broncas  la resultante será el odio, el rencor y la angustia y por seguro que estos sentimientos van a frenarte en la construcción de una mejor vida.

Mi abuela paterna  siempre me decía: “La paciencia es un divino tesoro”, y aunque yo no tendría más de siete años me quedó grabado en la memoria.Las cosas buenas llegan, solo hace falta paciencia, perseverancia y fe. Siempre tengo presente que todo tiene un costo en la vida; vivir y ejecutar acciones sin esperar consecuencias fuera de lo que planeamos es prácticamente utópico; por eso es bueno que al hacerlo sea a conciencia y poniendo el mejor material que llevamos en nuestro interior. De esta manera al enfrentarnos a los resultados, cuando no son los esperados lo hacemos desde una postura de paz con nosotros mismos y con la sensación gratificante de que pusimos todo lo que teníamos en juego.

EL TRIÁNGULO DE LAS BERMUDAS

ella lo hacía fueron ocupados con cunas, cajoneras y “hermanitos”; para donde mirara se encontraba con uno de ellos. Recuerdo una noche en la que me acompañó a sacar la basura, me propuso no entrar y quedarnos en silencio sentadas en el umbral de la casa ( tenía tan solo dos años y medio) y quería huir del bullicio unos instantes a solas con mamá .
Por suerte tuve mucha ayuda entre tía, madre, suegra y hermana que en forma frecuente y organizada se turnaban para venir. Ni hablar de que toda visita que entraba era automáticamente un voluntario transitorio, nadie se escapaba de colaborar y en lugar de retirarse a la hora que deseaba se iba cuando podía. De ahí que decidí llamar a mi hogar “El triángulo de las Bermudas”. ¡El que pasaba por allí era chupado hacia adentro, perdiendo el control del tiempo!
Yo tuve que aprender a organizarme de manera tal que los demás pudieran seguirme y acompañar mis decisiones. No fue fácil sentir que tenía solo un cinco por ciento de privacidad, siempre había alguien presente viendo, escuchando, hablando o haciendo algo. Recuerdo que en un momento de recambio de gente llegamos a ser siete personas; era desesperante tener necesidad de intimidad con mis hijos y por otro lado reconocer y estar agradecida por toda la ayuda recibida. También el hecho de ver cómo las necesidades básicas de mis hijos eran solucionadas por alguien más y no por mí.
Nunca olvidaré la desesperación cuando con mi marido veíamos caer la noche, nos mirábamos y decíamos…”otra vez”, no dormir, ver como el trabajo no mermaba y un cansancio que nos pesaba como plomo en nuestras cabezas. Fueron tiempos muy duros, eran pocos los momentos que tenía para disfrutarlos, la mayor parte del tiempo corría, de un bebé a otro o de una necesidad a otra.
Magali lo sobrellevó como pudo, le tomó un año aproximadamente para asumir que formaban parte de su vida.
A medida que corrían los meses nos íbamos organizando mejor y si bien seguíamos extenuados, ya estábamos más acostumbrados al ritmo y podíamos anticipar algunas cosas. Cinthya en unos meses se encausó y la vida tomó un clima más armonioso.

Hoy somos una familia de seis personas felices, cada uno aporta lo mejor que tiene de sí (a veces lo peor, ¿por qué no?). Nos fuimos ensamblando, conociendo, amando, aprendiendo los tiempos de cada uno para poder darnos nuestro propio lugar…

Cinthya, es una niñita extremadamente dulce, suave, delicada y sensible, con sus ojos marrones que cuando me mira me conecta a su alegría y fortaleza.
Franco es un niño paciente y perceptivo, con un temperamento muy fuerte, solidario y siempre dispuesto a pasarlo bien, meticuloso y perfeccionista, por sus ojitos celestes le brota picardía…
Máximo tiene una energía arrolladora, siempre dispuesto a bromear y hacer reír, tiene un carácter muy cálido y alegre, es el actor de la familia y un osito cariñoso, sus ojitos marrones le brillan con dulzura mientras expone su repertorio de expresiones y travesuras.
Magali con sus ojazos verde-celeste, cuando me mira (si me permitís la expresión) pareciera que abre las ventanitas de su alma, llena de energía y alegría, para ella la vida es una fiesta.
Mi marido que pedía ser padre joven para poder jugar al fútbol con sus hijos, hoy disfruta de sus cuatro pollitos, siempre cuidando que ninguno sufra.
Y yo, la mamá, rodeada siempre de los cuatro, o alguno de ellos, inmersa en llantos, risas, caprichos, juegos, caricias y logros. Por momentos me digo “¡En qué locura me metí yo sola!” Pero la realidad me envuelve de vida y amor.

Quisiera agradecer a toda mi familia y amigos que supieron acompañarnos y ayudarnos, viviendo junto a nosotros tanto las penas como las alegrías; convirtiéndose en ocasiones en una excelente contención y a veces en nuestro cable a tierra.

Ruthy.

Mis Fotos!


Imagen 003 Foto0293(1) DSC05887 - copia

3 Comentarios

Mariel

Ruth, Fabi, a pesar que no nos vemos muy seguido, y que la vida nos va llevando por caminos distintos, son muy importante en mi vida. Me alegra mucho de despues de tanto esfuerzo hayan logrado formar esa familia maravillosa.
Un abrazo gigante

Responder
Nadia

Ruth, que vida tan increible difícil y hermosa que han vivido , me ha costado leer estas palabras llenas de realidad y amor porque me has sacado las lágrimas y también me han hecho pensar y sentir muchas más ganas de vivir y luchar, valorar.
Eres una gran mujer, dulce paciente amorosa, valiente, fuerte.
Fabi un tipazo total, de veras que los admiro y los felicito, han creado una familia muy hermosa, cada uno de ellos tan unico y especial.
Soy Afortunada de conocerlos.
Les envió un gran abrazo y gracias por compartir tu historia .

Responder
DANIEL

RUTHY LES DEJO UN GRAN ABRAZO A CADA UNO DE LOS SEIS HERMOSOS INTEGRANTES DE TAN BELLA FAMILIA AGRADECIDO A LA VIDA DE CONOCERLO. Y GRACIAS POR COMPARTIR SUS VIVENCIAS

Responder

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *